el Modelo de Responsabilidad Personal y Social (MRPS)

que tienen acceso y oportunidades limitadas para participar en programas que puedan moderar sus luchas físicas, emocionales, sociales y psicológicas en la vida (Gonzales et al., 2005; Jarrett, 1999; Larner et al., 1999). 3.1. Factores de riesgo Los factores de riesgo (p. ej., bajo estatus socioeconómico, vecindarios empobrecidos, comunidades disfuncionales y malas relaciones familiares, entre compañeros o con adultos) son características, eventos o procesos que aumentan la probabilidad de que un niño desarrolle problemas emocionales o conductuales (Catalano et al., 1999; Fraser y Galinsky, 1997; Fraser et al., 2004; Lawson y Anderson Butcher, 2001; Li et al., 2007; Smith y Carlson, 1997). Generalmente, tienen un efecto acumulativo en los niños, ya que no existen de manera aislada, lo que significa que ningún factor de riesgo, como el embarazo adolescente, conductas delictivas o abuso de sustancias, determina un resultado negativo específico (Catalano et al., 1999; Fraser y Galinsky, 1997; Fraser et al., 2004; Lawson y Anderson-Butcher, 2001). Como indicó Li et al. (2007), los factores de riesgo pueden equivaler a estrés, pero el estrés no tiene por qué conducir necesariamente a un riesgo (Li et al., 2007). Es importante identificar los factores de riesgo para que se puedan desarrollar y aplicar estrategias de intervención temprana para los jóvenes que están envueltos en tales problemas (Catalano et al., 1999; Fraser et al., 2004; Lawson y Anderson Butcher, 2001; Li et al., 2007; Smith y Carlson, 1997). Identificar factores de riesgo en la comunidad, en la escuela, dentro de los grupos de compañeros y dentro de la estructura familiar es importante, ya que pueden tener implicaciones vitales en los resultados para los niños (Catalano y Hawkins, 1996). 3.2. Resiliencia El desarrollo juvenil positivo considera tanto los factores de riesgo como los factores de protección con el fin de crear un medio por el cual los jóvenes puedan hacer una transición exitosa hacia la adultez (Fraser y Galinsky, 1997; Fraser et al., 2004; Lawson y Anderson-Butcher, 2001; Smith y Carlson, 1997). No obstante, los niños que experimentan desventajas, especialmente en su infancia, dentro de sí mismos (biológica, psicológica y emocionalmente), en sus familias, vecindarios, comunidades, grupos de compañeros y escuelas, son los más vulnerables a problemas antisociales y conductuales (Eccles, 1999; Fraser et al., 2004; Lawson y Anderson-Butcher, 2001). Examinar los factores de protección y descubrir cómo fortalecerlos para los niños puede reducir el impacto de los factores de riesgo (Fraser et al., 2004; Lawson y Anderson-Butcher, 2001; Li et al., 2007; Smith y Carson, 1997). La resiliencia es el resultado de la convergencia de los factores de protección sobre los factores de riesgo para crear resultados positivos a pesar de los contextos ecológicos adversos (Fraser y Galinsky, 1997; Fraser et al., 2004; Lawson y Anderson-Butcher, 2001; Serrano et al., 2022). La resiliencia no puede existir sin el riesgo, ya que funciona como la interacción entre los factores de riesgo y protección (Fraser et al., 2004; Fraser y Galinsky, 1997). Los niños que son resilientes han encontrado una manera de adaptarse a las dificultades ambientales y salir de la experiencia con resultados de desarrollo positivos (Fraser et al., 2004). Un hallazgo constante en el trabajo de Fraser et al. (2004) fue que el comportamiento individual era el resultado de intercambios persistentes entre los niños y sus experiencias con la familia, los compañeros, las escuelas y las comunidades. El entorno tiene implicaciones vitales tanto para la prevención como para la intervención de los resultados negativos sociales y de salud (Fraser et al.,

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