el Modelo de Responsabilidad Personal y Social (MRPS)
ŦŦ Oportunidades para desarrollar habilidades. ŦŦ Integración de la familia, la escuela y la comunidad.
Coatsworth y Conroy (2007) también sugieren algunos otros factores asociados con programas de calidad después de la escuela, como los siguientes:
ŦŦ Definir una misión clara. ŦŦ Inscripción pequeña. ŦŦ Personal juvenil estable y capacitado. ŦŦ Estructura de desarrollo apropiada para satisfacer las necesidades de los jóvenes. ŦŦ Evaluaciones frecuentes.
Tener características específicas de un programa de desarrollo juvenil positivo puede fomentar la asistencia de los participantes y mantener su implicación en el programa. Para mejorar y maximizar el valor de los programas juveniles y su participación, los programas deben evaluarse rigurosamente en cuanto a su fidelidad, así como los investigadores y los profesionales necesitan identificar componentes que contribuyan positivamente a las experiencias de los individuos en el programa (Halpern, 1999; Roth y Brooks-Gunn, 2003). Tanto los métodos cuantitativos como cualitativos deben implementarse para que los profesionales comprendan qué está funcionando en el programa y qué necesita mejorar (Roth et al., 1998). El personal juvenil capacitado para identificar y comprender los factores de riesgo y, además, entender su papel como factores de protección (Halpern, 1999; Roth et al., 1998), puede mejorar los resultados programáticos en los dominios psicológico, social y comunitario. Además, el personal debe ser capacitado en una variedad de habilidades de desarrollo juvenil positivo (p. ej., liderazgo, esfuerzo, autodirección y cuidado) o modelos curriculares específicos (p. ej., enseñanza de responsabilidad personal y social, educación deportiva, aprendizaje basado en la aventura) para promover comportamientos prosociales en los participantes juveniles. Antes de realizar cambios programáticos (p. ej., programación multicomponente) y del desarrollo profesional de los trabajadores juveniles, el paradigma básico del desarrollo juvenil requiere un cambio de un paradigma de reducción de déficits a uno de construcción de activos (Benson, 1997). Para que ocurra este cambio de paradigma, es necesario colaborar a nivel intergeneracional y en una sociedad que empodere a los jóvenes como recursos (Benson, 1997). Además, los programas juveniles necesitan operar desde una perspectiva ecológica, reconociendo y comprendiendo que existe un proceso interactivo y recíproco que ocurre entre el individuo y su entorno (Fraser et al., 2004). Finalmente, la ubicación del programa, el costo razonable y la disponibilidad son esenciales para los programas de desarrollo juvenil, especialmente aquellos que sirven a jóvenes desatendidos (Gonzales et al., 2005; Halpern, 1999). Los jóvenes desatendidos están en mayor riesgo de comportamientos desviados, embarazo adolescente, consumo de alcohol y drogas (Gonzales et al., 2005; Halpern, 1999). Por lo tanto, crear programas que sean relevantes para los jóvenes desfavorecidos y que tengan objetivos bien definidos puede tener un impacto positivo en las vidas de los participantes juveniles (Martinek y Hellison, 1997). Uno de los muchos objetivos de cualquier programa de desarrollo juvenil también debería ser construir sobre las fortalezas existentes en los niños (p. ej., autoconfianza, independencia, cualidades de liderazgo) (Martinek y Hellison, 1997).
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