el Modelo de Responsabilidad Personal y Social (MRPS)

(2013) destaca que las evaluaciones más inclusivas y participativas permiten a los niños desarrollar una comprensión más profunda de sí mismos y de su rol en el entorno social. Esto es crucial para crear un proceso de evaluación que no solo sea justo, sino que también contribuya al desarrollo de una identidad positiva y habilidades sociales críticas. Un ejemplo práctico de cómo esto puede implementarse se observa en el programa ESTAR, donde se integraron métodos de autoevaluación y actividades reflexivas en la rutina diaria de los niños. Este programa permitió a los niños participar de manera significativa en los procesos de aprendizaje y desarrollo, asegurando que sus voces fueran escuchadas y respetadas (ver Santos et al., 2020). Tales prácticas son esenciales para crear un entorno de aprendizaje donde la evaluación se vea como un proceso colaborativo centrado en el desarrollo integral de cada niño. Por lo tanto, para garantizar que la evaluación en los entornos preescolares sea verdaderamente socialmente justa, es esencial adoptar un enfoque centrado en los niños. Al adoptar este enfoque, los educadores no solo honran la individualidad y las ontologías de los niños, sino que también contribuyen al desarrollo de prácticas de enseñanza inclusivas, equitativas y verdaderamente orientadas hacia la justicia social (McLaughlin, 2017). Este enfoque se alinea con un movimiento más amplio en la teoría educativa que aboga por evaluaciones tan diversas y dinámicas como los propios niños. Además, es importante considerar que los modelos de evaluación tradicionales a menudo imponen una narrativa fija sobre el desarrollo infantil, una que puede no ser completamente representativa de los contextos y trayectorias de aprendizaje únicos de cada niño. Al otorgar agencia a los niños en su evaluación, podemos alejarnos de las restricciones de las expectativas estandarizadas y, en su lugar, adoptar una comprensión más fluida del crecimiento, la preparación escolar y el logro. Esto, a su vez, fomenta un entorno educativo más inclusivo, donde el potencial de cada niño es reconocido y fomentado. En este contexto, herramientas como los diarios reflexivos, las autoevaluaciones visuales y los proyectos colaborativos pueden emplearse para crear un proceso de evaluación más dinámico y receptivo. Por ejemplo, los niños podrían participar en discusiones grupales en las que reflexionen sobre su participación y contribuciones, con los educadores facilitando en lugar de dirigir las conversaciones. Este enfoque participativo no solo valida las perspectivas de los niños, sino que también los alienta a asumir la responsabilidad de su propio aprendizaje, reforzando así los principios del MRPS (Martinek y Hellison, 2009). Además, integrar perspectivas multiculturales en el proceso de evaluación también puede mejorar su equidad y relevancia. Los niños de diversos orígenes traen consigo una riqueza de experiencias y puntos de vista que deben ser reconocidos y valorados en el proceso de evaluación. Al incorporar la diversidad cultural y social en las herramientas de evaluación, los educadores pueden asegurar que estas herramientas no solo sean inclusivas, sino que también reflejen de manera más precisa las realidades vividas por los niños. Por lo tanto, para que la evaluación del MRPS en los entornos preescolares sea verdaderamente socialmente justa, debe centrarse en los niños, con sus voces, experiencias e identidades en primer plano. El objetivo final es crear un proceso de evaluación que empodere a los niños, respete su individualidad y apoye su desarrollo integral como individuos activos, comprometidos y socialmente conscientes. Para ilustrar aún más este enfoque, la Tabla 1 resume las estrategias de evaluación presentadas en la literatura anterior.

Made with FlippingBook - professional solution for displaying marketing and sales documents online